1ª Lección: El momento decisivo

¿Se puede forzar "el momento decisivo"? Hay frases que circulan como moneda de oro. Tal es el caso de la acuñada por el celebrado Henry Cartier Bresson y, dada la valía de quien sostenía el concepto, debe ser tenida en cuenta. No, ese instante surge o no surge, no puede provocarse.
La vida en la carretera solo tiene una dimensión: la del camino trazado. El ciclista mira la sinuosa curva o la recta, mira al frente e ignora al fotógrafo que busca la cara del deportista, la expresión del esfuerzo, el brillo del sudor. El fotógrafo ha de conseguir el encuadre perfecto que acerque el gesto más intenso, pero está claro que la mejor posición se encuentra justo antes del momento de la colisión. Aunque la fotografía exige ciertos sacrificios, hay límites: ¿porqué hay que correr riesgos con la frágil cámara en las manos? Que sea el corredor quien los corra.
Vivimos tiempos convulsos, hay palabras que nos levantan. “España” es una de ellas, antes lo fueron Ronaldo o Puigdemont. Si en medio de la sierra se grita con fuerza: ¡Espaañña!, el ciclista vuelve la cabeza y mira intentando saber qué pasa, ¡qué pasa! 
¡Toma ya, el momento decisivo!
Sí, el momento decisivo se busca, se espera y se provoca. La provocación es el concepto clave de esta primera lección. Alteramos los sucesos, el transcurso natural de los hechos, el decurso inviolable de la historia para conseguir una instantánea gloriosa. ¿Qué importa si el corredor pierde el equilibrio y, y, hiiiii?
2ª Lección: El onanismo del fotógrafo
¿Debería titular "elecciones de fotografía" en lugar del pretencioso “lecciones”?.
Decía Rabindranth Tagore que cuando el sabio señala la luna con el dedo, el necio mira el dedo.
El hombre de la foto mira el paisaje vacío dejado atrás por la rotunda brasileña, desnuda salvo por las filacterias que decoran su cuerpo inabarcable. El alfabeto que se iba desprendiendo denuncia la cosificación del cuerpo femenino, el uso único y privativo que algunos hombres contemplan. El fotógrafo observa sin ver nada, perdida su mirada en órbitas ajenas a la performance de la exuberante brasileña. Su éxtasis nada tiene que ver con lo que le rodea. Circula por espacios propios, fuera del sistema solar común. ¿Qué quiere y puede fotografiar? 
El fotógrafo no parece ver la luna, ni el dedo, nada. 
En cualquier caso, conviene observar que cuando el dedo índice señala la luna, los dedos corazón, anular y meñique señalan al propietario de la mano. Tres mayoritarios dedos delatores. La mirada interior de la que al fin es tan difícil salir. 
3ª Lección: La guerra de las Galaxias

El elemento principal para componer es la luz, todo se articula alrededor de los espacios que el ojo identifica instantáneamente, siempre en zonas más iluminadas o contrastadas. Dejemos el desenfoque para las zonas menos claras.
Aunque no hay que olvidar que la oscuridad es el reverso de la luz y ambas se necesitan. Cosa que sabía muy bien George Lucas, conocimiento que le hizo millonario.
La composición no es un juego de líneas, diagonales, espirales áureas o puntos mágicos en donde se colocan Blancanieves y los siete ositos. 
¿Eran siete?
4ª Lección: No te fíes del fotógrafo.
Repito: ¡Nunca te fíes!
5ª Lección: Adaptación y conformismo
Omnis enim virtus moralis in medio consistit, dijo santo Tomás de Aquino ensalzando lo común, la Virtud que odiando los extremos coloca su fiel en el medio de la escala.
¿Es esencial el tamaño de la lente, del sensor, de la máquina?
La muchacha se burla de la pretensión del presumido relativizando la importancia del tamaño. Su propia estatura la lleva a valorar más lo pequeño que la desmesura.
En el medio está la virtud… y la mediocridad.
Lección 6ª: Sobre el retrato de los ególatras
La cara es el espejo del alma. Pero el alma no se ve, como si de un vampiro se tratara asoma solo en las noches bisiestas de luna nueva. El fotógrafo tiene que meter la mano y el brazo hasta el codo por la boca del retratado para encontrar esa cosa viscosa que llamamos alma.
Richard Avedon después de un largo rato fotografiando a los hieráticos duques de Windsor salió de la estancia desesperado. Ideó una jugarreta, la noticia de que el perrito de compañía de los duques, atropellado por un vehículo, permanecía en la calle con las tripas fuera. Mientras reproducía los detalles de la escena las máscaras de sus personajes se rompieron. En ese momento disparó. Aquella instantánea es la foto más reproducida de los aristócratas, en ella se les ve desarmados y frágiles, sin la importancia y arrogancia de la que un momento antes estaban investidos.
El brazo sale con el alma enviscerada y es entonces cuando reconocemos lo que ya sabíamos: que el personaje no tiene alma.
Las escayolas carecen de sentidos, protegidas en su hieratismo imperturbable que solo el polvo oscurece. Como los ególatras, sus sentimientos encapsulados nos son ajenos. La escayolas están ciegas, pero aún así han de recibir el trato y protocolo fotográfico que las vuelva visibles y videntes.
7ª Lección: Del punto de vista y su elocuencia
El joven observa la aspereza del hueso, sus uniones, el color del verdín adherido, el volumen del cráneo. No hay mucho más, es una mera contemplación del tacto, las sombras las uniones óseas que la calavera presenta. No hace una reflexión trascendente, san Jerónimo no dejó huella en su pensamiento. Observa evitando conjeturas. Pero la calavera es muy curiosa, su campo de acción es más amplio, aprecia más texturas y colores de las que ella posee, brillo en la mirada escrutadora del muchacho que la mira, cambios en su expresión. Sale de la inmutabilidad de su ser para observar un mundo fluido que la envuelve con una mano caliente. El punto de vista más elocuente está claro.
Llamamos fotografía social al retrato de personas o grupos sociales situados en la parte baja de la escala jerárquica. Si el retrato trata de la boda de Ana Aznar, de una fiesta de la familia Grimaldi, o de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, lo catalogamos como fotografía del corazón o de moda. Son dos mundos contrapuestos, dos miradas bien diferentes. Aplicamos inmediatamente la etiqueta “social” en cuanto vemos la penuria de Florencia Owens y sus numerosos hijos en las imágenes captadas por Dorothea Lange.
La elocuencia del papel couché y de la estraza.
8ª Lección: Fondo y forma.
Podría ser ridículo hablar de fondo o contenido en fotografía cuando lo que se evidencia son las formas: luces y sombras, texturas, colores… todo aquello que atravesando nuestros ojos inquieta nuestra mente. Todo es piel. Y nada más efímero que la forma, que el tegumento que la recubre. Y nada más eterno. Su permanencia es vida a través del deseo.
Desde nuestros olvidados griegos clásicos nos viene ese reconocimiento a lo efímero, a la voluptuosidad del envoltorio, a su permanencia. También antes lo señalaron, pero nadie como ellos supieron expresarlo.
Y sin embargo hay un fondo, algo que nos inquieta, algo que bajo la piel palpita y se manifiesta y que la fotografía nos hace intuir. Aunque no se vea.
El desnudo puede sentirse desde el esplendor de la piel o de la fragilidad de lo que debajo de ella se esconde y marchita.

9ª Lección: El retrato.
En una pequeña ciudad castellana cuyo nombre no puedo olvidar, para llegar al llamado “manicomio de las locas” la señalización es clara, hay que fijarse en un cartel que indica el desvío: “HOSPITAL PSIQUIÁTRICO / CAMBIO DE SENTIDO”. En mayúsculas, por supuesto, para mayor claridad.
     El retrato es una zona de concentración de accidentes. Campo minado en donde manan los fuegos de artificio provocados por los huesos perdidos de quienes lo transitaron.
     La fotografía acerca al ausente. Puede tener una dimensión simbólica como el famoso icono del Che por Korda. Obama lo entendió muy bien para difundir ideología o propaganda. Puede ser un aldabonazo trágico como las fotos de la niña colombiana Omayra Sánchez que muere atrapada en el fango víctima de una catástrofe natural que se ceba con los más pobres. También conocemos los intensos ojos de una muchacha afgana que fotografía Steve McCurry.., y tenemos a Marilyn y a... Hasta podemos ver alguno tan antiguo como el de Jesucristo fotografiado por Verónica recurriendo a tintes naturales.
     El retrato, un campo agotado y minado..., pero si la boca habla de lo que rebosa el corazón, la mirada evoca el rostro humano. La gracia del retrato es su perpetuación, la repetición de un canon infalible en donde coinciden la mirada ajena del retratado y la interpretativa de quien retrata.
     El retrato, como los manicomios, rebosa sentido y sentimiento. El retrato recoge la alegoría, lo cotidiano y el símbolo, la historia, el adoctrinamiento y el mito. Todo cabe en ese hospital para enfermos crónicos compulsivos.
10ª Lección. Fashion Week Pucela SS.
La moda que prevalece desde hace 40 años viste a las mujeres desvistiéndolas. Primero se asomaron al exterior las piernas, luego hombros y pechos, después ombligos, riñones, cráneos pelados a los que pueden añadirse elementos impactantes como piercings y tatuajes. Y se ocultan bajo la piel armaduras de metales y siliconas.
Ahora parece que lo masculinidad no está reñida con el erotismo, es menos importante la imagen de poder que el culto al cuerpazo. Se ha descubierto que debajo de la corbata y de la americana los hombres ocultan pectorales.
Mario Testino, Helmut Newton, Richard Avedon han modelado en sales de plata el ideal de mujer vestida o desnuda, el modelo a imitar o a conseguir por su belleza, fuerza y capacidad de seducción.
Es fácil deducir que la Fashion Week Pucela Semana Santa es una vuelta atrás. Moda retro, anterior al gótico, al románico. Es una vuelta a las catacumbas.
Por más que a las procesiones te pongas la minifalda, como decía Manolo Escobar.
11ª Lección: Inspiración
Muy conocido fue el poema de Cavafis señalando la importancia del viaje y la disposición y el ánimo que ha de presidirlo, no tanto el fin que se espera alcanzar. Como si se pudieran diferenciar resultados y procesos: “Cuando partas hacia Ítaca pide que tu camino sea largo y rico en aventuras y conocimiento.
Han pasado 100 años desde que Alfred Stieglitz publicara la revista de fotografía “Camera work”. En aquellos números se editaban fotografías no muy diferentes en su temática a cualquiera de las que hoy puedan realizarse. Las técnicas fotográficas y de edición han cambiado. No tanto la mirada del fotógrafo. Un largo camino por el mismo mar comerciando con parecidos productos en los puertos de siempre. La misma inspiración ahora, aunque la urdimbre, los tintes, las texturas y los colores hayan cambiado. Hemos descubierto el color y alcanzado la nitidez del dibujo a buril.
La tecnología ha renovado la fotografía, ha aportado un aire nuevo, aunque sigamos repitiendo los mismos temas un siglo después.
12ª Lección: Del punto rojo y su relevancia

Los aventureros, a los que utilizando un eufemismo hemos denominado colonizadores, entregaban como regalo abalorios a pueblos de escaso desarrollo tecnológico para ganarse la confianza de sus habitantes. Observaron que la avidez por las cuentas brillantes regaladas dependían del color, siendo el verde y luego el azul los menos valorados. El rojo era el preferido por cualquier indígena.
El punto rojo destaca en la nieve, en el verdor del paisaje, en el cuerpo de la actriz o en la corbata del elegante.
13ª Lección: ¿Chapuzas?
Los experimentos deben hacerse con gaseosa. Pero, disponiendo de pólvora, ¿quién se resiste?
Utilizando el "parecidio", sustituyamos la gaseosa por gasolina, siempre más eficiente para iniciar una buena revolución, o en su defecto, para hacer el suficiente ruido como para generar un ismo. Al final, cuando expongamos resultados puede haber muchos sordos y pocas nueces. Pero..., ¿a quién le importan los finales? ¿quién aguanta hasta el postrer momento para recoger los resultados?
14ª Lección: El décimo círculo

Las procesiones en Valladolid son algo muy, muy serio. La gente vestida de gala observa en familia discurrir los pasos y hermandades. Sobre el silencio unánime del gentío se eleva la música de las bandas.
Sólo los fotógrafos, aves carroñeras, desentonan en el grandioso espectáculo. Siempre presentes y ubicuos, se cuelan entre los cofrades, impiden el paso procesional, avanzan con ella y se colocan delante de quienes llevan horas guardando sitio. Rompen con su torpe presencia la solemnidad litúrgica. Y no paran de hacer una y mil fotos sin guardar una mínima distancia de respeto.
Un paso de especial belleza es el del Cristo de la Luz, que una vez al año sale de su capilla en el Palacio de Santo Cruz escoltado por alumnos y profesores de la universidad. Un tropel de niños con hábito sin capucha acompaña a sus docentes padres. La aparatosa salida del palacio es esperada por un gentío que ocupa la plaza. El arco renacentista de la puerta es muy bajo y hay que medir muy bien para que el parto discurra sin incidentes. Fuera, el coro de la universidad y una banda de música le espera. 
Una mujer maldecía al enjambre que rodeaba al Cristo de la Luz, fotógrafos de alma dura incapaces de conmoverse ni cuando los tambores indican la salida del cristo, ni cuando ya en la plaza los coros cantan un emocionante oratorio de T. Dubois. Hay que tener el alma de pedernal para no conmoverse en ese magnífico momento. O ser fotógrafo, sólo atento al clic-clic. La mujer dijo: “¿pero a quién se creen que fotografían…? ¿… a la Pantoja?
Dante Alighieri hubiera añadido un círculo más al infierno, el décimo, para los tábanos con sensor digital.
15ª Lección: Camello en la niebla meando. Camel tobacco
El dromedario, como el camello o las llamas o las ovejas tienen fama de ser animales tontos. Los camélidos, seudorumiantes, posan con una cara que se nos antoja boba, más cuando están en el proceso de masticación. El hombre, que ni es rumiante, ni artiodáctilo como el camello, fue definido como “infinitamente estúpido” por un congénere llamado Einstein al que robaron el cerebro después de muerto. Una reliquia laica, por cierto, muy venerada por las proezas que logró..., y malograda por el estrepitoso tropiezo de un estúpido que dio con los sesos en el suelo.
Nos admiran ciertos plantígrados como el oso o los gorilas, pero estamos sumiendo a los grandes primates en una niebla tan densa que pronto se reunirán todos con Dian Fossey. Parece que estos cuadrúpedos del desierto, a pesar de su idiocia, se las apañan mejor para sobrevivir. Su asociación con el hombre les ha sido muy útil al apuntalarse mutuamente.
A los dromedarios hay que verlos correr en una competición para entender realmente lo que es una proeza atlética. Su capacidad de resistencia y su velocidad es admirable. Corren y corren sin aparente cansancio con una capacidad que empequeñece a los mejores caballos pura sangre de carreras. La estilizada figura de estos dromedarios, es más parecida a un galgo que al logotipo de Camel. Pues los dromedarios de carreras son muy diferentes de sus hermanos de carga o carne. En España utilizamos siempre la palabra camello para denominar indistintamente a toda la especie, sin fijarnos en el número de jorobas o su hábitat natural.
Olvidaba el propósito de la lección: se conserva la foto original de Old Joe, el dromedario de un circo utilizado por Reynolds para dar nombre a su famosa cajetilla: “Camel”. Con el viejo Joe se distribuían cigarrillos gratis por donde el circo ambulante pasaba. ¡Camello y al servicio de la multinacional tabaquera! La fotografía original de Old Joe se conserva y cuesta una millonada. Y es mala, como la hierba seca regurgitada por estos aprendices de rumiantes. ¡Son tantas las fotos antiguas que valen una mierda de camello, o dromedario, cuesten lo que cuesten! Cuando miro esas reliquias analógicas procuro poner cara neutra, o todo lo más, de dromedario, siempre de más noble aspecto que su congénere de dos jorobas. Y por supuesto, procuro distinguir el trigo de la paja, aunque tenga que masticar dos veces.
16ª Lección: La mosca de la acelga
A veces suplantamos lo mayor por lo residual en una sinécdoque perversa. Buena parte del arte moderno consiste en adelantar lo que antes estaba en segundo plano y acercarlo a los ojos para que gane importancia. Nos atrae lo velado, lo desdibujado, lo intuido. Podría haber titulado más acertadamente "acelga con mosca", pero entonces el acento iría a lo evidente y, hombre moderno, prefiero señalar lo singular, aunque sea casi imperceptible, antes que la categoría sustancial (y sustanciosa).
En la sacristía de la Colegiata de Toro se conserva un óleo de  estilo flamenco en donde la Virgen y la Magdalena mantienen una divina conversación, como no podía ser de otro modo. Se conoce la tabla como "La Virgen de la mosca", pues aparece una pintada con gran realismo en el manto de la Virgen. También se representa a una mujer que posiblemente sea la reina Isabel la Católica, pero su presencia en el cuadro no ha conseguido arrebatar los honores de la celebridad al extraordinario díptero.
​​​​​​​17ª Lección: El pedigüeño
Sentado en la puerta de la catedral de Granada solo podía ser un mendigo, a pesar de su porte impecable: pantalón nuevo y sin arrugas, camisa planchada, el corte de pelo perfecto, bien afeitado. Un hombre alto y con cierta elegancia natural. Estaba tranquilo mientras nadie se moviera cerca. En el  momento en el que alguien traspasaba la puerta cambiaba el gesto y con voz lastimera gemía: “¡tengo hambre, tengo hambre, ay que hambre tengo!”. Sobre el vaso de pepsicola iban cayendo las monedas. Cuando volvía a estar a solas sacaba las monedas del vaso y las colocaba en el abultado bolsillo de atrás. Las monedas se removían apretadas como en un bombo de lotería. Guardaba unas pocas, otras las dejaba en el vaso como muestra. El sonido del roce en el bolsillo era apagado: demasiadas monedas para un espacio tan pequeño.
Nada de este juego se ve en la foto, las argucias del hombre se descubren de cerca, observando con atención y disponiendo de tiempo. Justo aquello de lo que el obturador carece, rápido como un parpadeo. El fulgor de la imagen es pobre y brillante al mismo tiempo. Se necesita de una narrativa que la complemente.
Una imagen no sustituye a mil palabras.
18ª Lección: 
En contra de lo que nos enseña la matemática, los pares son indivisibles. La física también miente, como la pomposa ley de la gravitación universal, pero esa es otra pesada materia que ahora no toca abordar. Estamos rodeados tanto de materia oscura como de certezas falsas.
Estas que muestro aquí seguidas son parejas indivisibles, exactamente dos parejas indivisibles. Si se rompe la pareja, o mezclamos sus componentes, la imagen rechina. Si sustituimos al señor de traje oscuro y paraguas por el de colorida chaqueta y bastón, la escena resultante desafinada como un gato atropellado por un camión. Si trocamos a la rubia con collar de perlas y bolso al brazo por el conjuntado hombre verdirrojo de bolso en bandolera, notaremos el justo pescozón de un inquisidor. Cada oveja con su pareja, las construcciones sentimentales forman conjuntos no fraccionables.
 El color, o su ausencia, también tiene sus querencias. La asignación en este caso es clara, meridianamente clara. Existe pues una asignación moral para el color o el blanco y negro. Y la elección no es inocua. 
19ª Lección: La burla
La fotografía murió cuando llegaron los fotógrafos. Antes había llevado una vida sana e intensa. Se desarrolló con rapidez, y aún hoy, podemos admirar su plenitud y belleza, la elegancia y precisión de sus logros. Nos descubrió mundos fuera de nuestro alcance, otros países, otros mares distintos del nuestro, otras casas y personas diferentes a las ya vistas o imaginadas. Territorios inexplorados. Hasta que murió sofocada, ahogada por el crecimiento descontrolado de sus posibilidades. Colonizó nuestro espacio y lo alteró para siempre. Modificó nuestras conductas, el modo de mirar y percibir nuestro entorno. Se perdió la magia del descubrimiento. No quedan espacios o situaciones que desvelar, que produzcan admiración o extrañeza. No hay nada nuevo, buscamos el marco en donde situarnos. Clic-clic-clic. 
Todo es un selfie, aún cuando estemos fuera del encuadre. El reconocimiento: ¡ahí estuve! Todo es conocido. La fotografía interrumpió el flujo normal del pensamiento, se hizo omnipresente, lo cambió todo, lo anegó todo. La fotografía murió cuando llegaron los fotógrafos.
20ª Lección: Sobre el diseño de los mentecatos
Al morir el arzobispo Cañizares el diablo fiscal rebuscó entre las pertenencias del prelado buscando pruebas incriminatorias claras. Sabía que era difícil llevarle al infierno, pues disponía de un buen ángel defensor que alegaría discapacidad intelectual severa, desconocimiento de la consecuencias de sus actos, del alcance de sus palabras y sobre todo, de haber vivido siempre en el limbo, ignorante de la mala influencia que como pastor ejercía sobre sus ovejas y carneros.
Sus consejos, órdenes y predicaciones, aunque equivocadas y de consecuencias nefastas, no eran mal intencionadas, aduciría la defensa. Y mirando detenidamente al arzobispo de Valencia, era fácil concluir que su mirada siempre fue indiscutiblemente boba. Las muchas y variadas albas, casullas y mitras, utilizadas durante su vida eclesiástica, no podían ocultar su obstinada condición de mentecato.
El fiscal se deprimió al encontrar en los archivos del arzobispo un cartel en el que un extraño yihadista invitaba a invadir Europa. Se trataba de una burda imitación de los carteles de reclutamiento del ejército americano en donde el tío Sam invitaba a los jóvenes patriotas a participar en la Primera y Segunda Guerra Mundial. El mismo cartel que sirvió para denunciar en Estados Unidos la guerra de Irak sustituyendo irónicamente al tío Sam por Osama bin Laden. El arzobispo rizaba el rizo con una macabra broma con la zozobra  política, social y espiritual que estaba cayendo. Con la crisis migratoria, invitaba a los refugiados de las guerras orientales a venir a Europa.
Definitivamente Cañizares era tonto de remate, concluyó para sí el fiscal. Pero al menos en el Purgatorio le tocaría expiar sus pecados durante mucho, mucho tiempo. Y ya había sucedido antes con otros prelados tontos, que al finalizar su condena se extraviaban y perdían sin encontrar la vereda celeste. Apostaría lo que fuese a que lo mismo iba a ocurrir con el arzobispo. Ese nunca llegaría al cielo.
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